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Chapuzón ¡a la salud!

Todo de manera controlada y siguiendo una serie de pasos, pues existe el riesgo de sufrir una hipotermia potencialmente letal.
jueves, 3 de febrero de 2022
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Agencia/Reforma

En lugar de chamarra, gorro y bufanda, cuando la nieve pinta de blanco el nórdico paisaje en Estocolmo, Suecia, la investigadora Angélica Cuapio (CDMX, 1981) toma su traje de baño y se sumerge en el lago congelado.

La sola idea puede hacer tiritar a la mayoría, pero para la doctora en inmunología y especialista en células asesinas naturales se trata de un adictivo deleite, y no precisamente por el hecho de que en realidad el agua llega a estar menos fría que el ambiente arriba en la superficie.

"Nuestro récord hace unas semanas fue que afuera teníamos -17 grados (Celsius), y adentro en el agua era 0.1, 0.2 grados; entonces sales y es horrible, porque hace frío y además hace viento.

Es un choque térmico muy fuerte que no se puede repetir, hay límites", comparte en entrevista telefónica la investigadora del Centro de Enfermedades Infecciosas del Instituto Karolinska.

Experimentar ese choque térmico es el objetivo de sus inmersiones en agua gélida, refiere Cuapio, quien en menos de un año ha ido progresando de sumergirse dos o tres días en un tinaco en el jardín de su casa a hacerlo en las congeladas aguas del lago cada día de la semana.

"Al principio comienzas poco a poco, depende de la temperatura, pero empiezas quizá 15 minutos a 14 grados, que es lo que se recomienda para considerarlo como crioterapia", detalla la investigadora acerca de esta práctica con la que inició tras haber padecido Covid-19 en dos ocasiones -la última llevándola al servicio de urgencias dos veces-.

"La crioterapia es la inmersión y exposición a temperaturas bajas por un cierto tiempo", remarca. "Yo empecé con 20 segundos, luego 30, luego un minuto, y mi récord fueron alrededor de 9 minutos a 0.5 grados".

Todo esto, previene Cuapio, de manera controlada y siguiendo una serie de pasos, pues existe el riesgo de sufrir una hipotermia potencialmente letal. Por lo que al salir del agua es necesaria una recuperación que arranca con el cuerpo adaptándose a la temperatura ambiente o regulándose con un baño o bebidas calientes.

Para la mexicana, el efecto terapéutico de esta crioterapia ha sido tal que, además de experimentar una explosión de emociones, logró reponerse de las diferentes secuelas a largo plazo que las infecciones por SARS-CoV-2 le dejaron, como dolor de cabeza prolongado, fatiga crónica, dolores articulares y musculares, palpitaciones, taquicardia y dificultad para respirar.

"Durante este tiempo noté cómo mi ánimo mejoró, también todo el aspecto psicológico mental; es decir, me sentía ya más concentrada al leer, con mucha energía, muchas fuerzas para hacer actividades.

"Toda la sintomatología comenzó a disminuir, y después desapareció. No completamente, yo diría que me recuperé en un 90, 95 por ciento del long Covid", destaca acerca de este síndrome que afecta a muchas de las personas que padecieron la enfermedad.

¿A qué se debe?

Como científica, Cuapio ha buscado comprender las causas por las cuáles su salud se ha fortalecido a partir de estos extremos chapuzones de agua helada, encontrándose con una poco actualizada e insuficiente base experimental en la materia.

Específicamente, las investigaciones científicas alrededor de las inmersiones en agua fría y su efecto en el sistema inmune son muy pocas y se realizaron en la década de los 90, ejemplifica.

Lo que hay al día de hoy son estudios sobre una respuesta a nivel de otros sistemas, como el circulatorio, el nervioso o el endócrino.

"Uno de los estudios más grandes realizado el año pasado se trata sobre su efecto en la remodelación de la grasa parda, o sea, la grasa que tenemos de forma más innata, que es la que nos ayuda a poder regular la temperatura y la que se utiliza más en los tiempos fríos; cuando estás expuesto a la nieve, al frío fuerte, esta grasa se activa.

"Lo que encontraron es que hay una asociación del metabolismo, el cual se activa más cuando estamos expuestos a cambios drásticos de temperatura", expone la investigadora.

"En esos momentos de gran choque térmico es cuando ocurre toda esta remodelación de la grasa parda, la que nos ayuda a regular la temperatura corporal".

Un resultado importante en algunos estudios, continúa Cuapio, apunta a una elevación de citocinas con propiedades antiinflamatorias, como la interleucina-10 (IL-10).

"El agua fría hace que aumenten algunas proteínas antiinflamatorias y que disminuyan unas proinflamatorias", refrenda la investigadora, recordando que estas últimas están involucradas en los casos de mayor gravedad de Covid-19 por la inflamación crónica que provocan.

"Con estos estudios sí se ha visto que hay ese aumento de las (citocinas) que nos ayudan y una disminución de las que no nos ayudan. Las proinflamatorias en este caso son, como en el Covid, la IL-6, interferón, TNF y otras.

Son las más comunes en infecciones, por ejemplo".

Pero, sobre todo, Cuapio refiere hipótesis acerca de que la exposición al agua fría estimula las células del sistema inmune adaptativo, además de disminuir el síndrome de fatiga crónica -como el que ella padeció por el long Covid-.

"Eso es lo que se sabe hasta ahora. Entonces, hay un gran campo ahí abierto para poder hacer investigación, y ése es mi propósito de este año; ya vimos la posibilidad de solicitar financiamiento de unas fundaciones suecas que apoyan proyectos que pueden tener algún impacto en la salud, preferencialmente tratamientos preventivos y naturales.

"En este caso, yo estoy realmente convencida de que la crioterapia o las inmersiones o baños con agua fría pueden ser una medida a nivel de salud pública con la que las personas pueden prevenir, tratar y, posiblemente, hasta curar enfermedades.

Esto ya es muy exagerado, pero existe la posibilidad de que pueda ser una medida terapéutica complementaria", estima la investigadora.

Como especialista en el estudio de las células asesinas naturales, Cuapio es particularmente entusiasta respecto al importante papel que éstas podrían jugar en la respuesta a la crioterapia, de acuerdo con lo hallado hasta ahora en estudios animales.

Y es que, relata la mexicana, en ratones expuestos al agua fría de forma constante durante seis meses sus linfocitos fueron más citotóxicos, es decir, con mayor capacidad para matar células indeseadas, por lo que lograron disminuir la cantidad de tumores inducidos a diferencia de ratones no expuestos a las bajas temperaturas.

"Eso es algo interesantísimo, porque si es verdad, o sea, si se hacen estudios de forma más detallada y se confirma que esto (la crioterapia) ayuda en los tratamientos contra el cáncer, puede ser una medida muy práctica.

"Entonces, termina teniendo un impacto a nivel de salud pública, a nivel de medicina preventiva y a nivel de medicina general", subraya Cuapio.

Sin temor al regaderazo frío

En lo que nuevas investigaciones son puestas en marcha y comienzan a arrojar resultados, la investigadora Angélica Cuapio apela al propio bienestar que experimentó a través de la crioterapia para recomendarla a los demás.

Aunque no en un lago o masa de agua natural congelada -como han venido haciendo en aumento en países como Escocia, Irlanda, Reino Unido, Estados Unidos o Canadá-, sino empezando por algo sencillo y accesible a la mayoría, como puede ser un regaderazo de agua fría.

"Lo que recomendaría yo es comenzar al final de la ducha por un segundo; al siguiente día, si quieres, 3 segundos; después 5, y poco a poco ir aumentando hasta que llega un momento en que tu cuerpo se aclimata, se empieza a adaptar.

No es algo que ocurre de la noche a la mañana, sino que toma tiempo.

"Este remodelamiento de la grasa parda no ocurre de un momento para otro, necesita tiempo, necesita adaptarse y eso puede pasar relativamente rápido si te bañas diario al final de la ducha con agua fría", expresa Cuapio, exhortando a hacerlo sólo si se asocia con un efecto placentero, como ha sido en su caso.

De hecho, su disfrute por esta práctica es tal que lo que comenzara como algo terapéutico se ha vuelto un pasatiempo y hasta una habilidad competitiva, pues la investigadora participará este 5 de febrero en el Campeonato Sueco de Natación de Invierno en Estocolmo, donde radica hace cuatro años.

Una carrera de carácter lúdico, pero no por eso menos competitiva, que se lleva a cabo en un gran lago de una reserva natural, y en la que Cuapio, la única mexicana participante este año, está registrada en tres categorías: 25 metros crol, 25 metros pecho y relevos 4 por 25 metros.

"Estoy en la posición de estar tan agradecida con la vida porque tengo esta oportunidad, porque me recuperé del long Covid y ahora hasta puedo nadar a un nivel competitivo, que entonces creo que (la carrera) es algo que tengo también que valorar y respetar, por eso he estado entrenando y preparándome.

"Al menos voy a dar lo mejor que pueda, aunque no gane, pero lo hago con cariño", comparte la mexicana, lista para dar este significativo y helado chapuzón.

 

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